jueves, 14 de enero de 2016

La semana trágica de 1919: los límites del sindicalismo apartidario por Sergio “Cucha” Folchieri (Trabajador de Volkswagen)

                                                  


En este artículo quiero remarcar el rol que tuvieron tanto los sindicalistas como los anarquistas (las fuerzas mayoritarias en ese momento en el movimiento obrero junto al PS) durante la Semana Trágica de 1919 y la importancia que tiene la dirección en un ascenso obrero como el que aconteció.













«Para los sindicalistas, la continuidad de la huelga general, fue el momento más difícil. Si pudieron capearlo, se debió exclusivamente a la impotencia de los anarquistas para dar continuidad al movimiento pues, como también hemos visto, al economismo sindicalista los anarquistas oponían su mesianismo congénito , sintetizado ahora en prolongar el movimiento exclusivamente bajo la bandera de la libertad de Radowitsky y Barrera» (1).
Con muchos amigos y compañeros de luchas sindicales, debatimos una y otra vez, la necesidad de construir un partido revolucionario de la clase obrera. Pequeños y grandes triunfos momentáneos, peleas de años, contra la patronal y la burocracia, debates al interior de nuestros agrupamientos, son “moneda común”, hasta que sufrimos medidas político-económicas, que hacen retroceder nuestros derechos, en un abrir y cerrar de ojos. Y volver a empezar…
Dicen que los pueblos que no conocen su historia, están condenados a cometer los mismos errores. Pues sigamos recordándola, desde una visión marxista. Una clase obrera, a principio del siglo XX, con gran proporción de inmigrantes europeos, duchos en sindicalismo e ideales revolucionarios.

La semana trágica

Así la llamó el vocero de la gran burguesía, el diario La Nación. Pero si obreros asesinados, los hubo antes, y muchos, ¿por qué ahora se la llamó así, a la segunda semana de enero del 1919? ¡La tragedia era… para los capitalistas! Un cuestionamiento general de las masas a las condiciones de vida a la que éramos sometidos, los trabajadores y el pueblo, en nuestro país. La huelga de los talleres Vasena, una de las metalúrgicas más grandes de la época, comenzó reclamando el reconocimiento de las 8 hs. (trabajaban 11), el descanso dominical, el pago de horas extras, la reincorporación de despedidos por actividad gremial. La carestía de la vida se hacia sentir, por los efectos recesivos del final de la Primera Guerra Mundial. También la esperanza de los oprimidos del mundo, con la reciente Revolución rusa triunfante. Primera vez que la clase obrera, llega al poder, acaudillada por el partido bolchevique (comunista). El 7 de enero, los piquetes de trabajadores, mujeres y niños, comienzan a insultar y hostigar a los cumieros (carneros), reclutados por la Asociación del Trabajo (patronal).
La policía carga contra los huelguistas, dejando el saldo de 4 muertos y 40 heridos, esencialmente vecinos de Pompeya (2).

8 de enero: la FORA V Congreso convoca a la huelga general (3)

Inmediatamente la FORA anarquista, llama a la huelga general, en solidaridad con los obreros reprimidos de Vasena. El Partido Socialista trata de frenarla, y llevar toda la pelea obrera, al parlamento y a leyes que favorezcan a los obreros, sin atacar a los patrones. “…Demostrándose así, la justeza de su postura doctrinaria… y la posibilidad de lograr el socialismo, por vía evolutiva” (4) (y parlamentaria agrego yo). Sin embargo, la huelga empieza a extenderse a talleres de Bs. As.

9 de enero

Los trabajadores de servicios se solidarizan con los obreros. Desde la mañana, piquetes de obreros junto a jóvenes, queman tranvías y se paraliza el subterráneo. Los talleres Vasena son sitiados, con los patrones, policías, matones y dirigentes de la FORA sindicalista adentro. Toda la clase obrera para en la Capital y Avellaneda. Ferroviarios, reclaman por aumento y reincorporación de sus despedidos. Comienzan a emerger reclamos gremiales y esencialmente, una gran explosión popular contra la explotación capitalista. Parte a las 15 hs. un cortejo fúnebre con 200 mil personas, que acompañan a los 4 mártires del 7 de enero. Encabeza una guardia armada de 100 obreros y otros más, van saqueando armerías, para reforzar la autodefensa. Cuando llegan al cementerio de Chacharita, son emboscados por la policía, generando decenas de muertos. Se generalizan los enfrentamientos en los barrios, y el presidente Yrigoyen (5), ordena intervenir al ejército, porque las fuerzas policiales, fueron desbordadas, a pesar de su mejor armamento. Ese mismo día, la FORA sindicalista, se reúne con el gobierno. Este promete obligar a Vasena, a reconocer los reclamos obreros y la FORA sindicalista, se compromete a limitar la huelga general a 2 reclamos: 1- la concesión a los pedidos gremiales de los metalúrgicos de Vasena. 2- liberar a los presos no judicializados. Así intentan limitar una huelga general revolucionaria. Fracasan y la huelga se extiende a Rosario, Mar del Plata y distintas ciudades del interior.

11 de enero: La FORA sindicalista llama a levantar la huelga

Una vez acordados los 2 puntos, la FORA sindicalista, llama a levantar la huelga, aunque durante tres días, es desoído el llamado. La FORA anarquista, durante estos días, organiza guerrillas que tienen a maltraer a la policía, aunque los caídos son siempre obreros. La gran masa ve con simpatía esta resistencia, pero los anarquistas no tienen el objetivo de organizarla. Siguen planteando como eje de los reclamos, la revolución y la libertad de Simon Radowitsky, y minimizando los reclamos gremiales de la clase obrera.

Los sindicalistas, fuertes en la lucha gremial impotentes en la lucha revolucionaria

Cuando en 1905, se separan del Partido Socialista, los sindicalistas cumplen un gran rol de izquierda. Se alejan del PS, que sólo tiene como objetivo, la utopía de reformar el Estado capitalista, para hacerlo más “humano”. Un importante caudal de votos y parlamentarios, alejados de las luchas obreras, transforma el ideal socialista de destrucción del capitalismo y la instauración de una sociedad igualitaria, en proyectos de ley imposibles de lograr, a favor de los trabajadores y el pueblo. Cuando la lucha obrera se generaliza, se trasforman en salvadores “por izquierda”, de un régimen cuestionado en las mismas calles, por la clase obrera y el pueblo. Toma cuerpo una corriente reformista parlamentaria
Los sindicalistas, adquieren un apartidismo que se disimula, en tiempos relativamente estables, por el protagonismo de los sindicatos y sus luchas por salario, trabajo, convenios. Y que les permite mantener un discurso revolucionario. Separan la lucha sindical de la lucha política. Y serán la base del sindicalismo peronista posterior, donde el general Perón, será el que lleve adelante una política de conciliación con los capitalistas, y a los obreros sólo nos dejaron el “derecho” a cuestionar nuestro pago, en mecanismos “legales” como las paritarias, aceptadas por gobiernos y patronales, o nuestras condiciones de trabajo. Nos ataron a la explotación capitalista, como el orden natural de las cosas.
Pero cuando las crisis económicas son agudas, cuestión que ocurre cada vez más seguido, y las conquistas, y la misma vida laboral del obrero/a corren peligro, el sindicalismo no están a la altura de dirigir a la clase obrera al triunfo, plasmado en el fin del capitalismo. Y su discurso, pasa de revolucionario a rechazar los “excesos” de las masas. Así lo demostraron, ante la valentía de los obreros de la “Semana Trágica” o rebeliones obreras como el Cordobazo.
La necesidad de un partido que organice la huelga general, por barrio, barricada, nacionalmente, la autodefensa de masas, con el objetivo preciso de guiar a la clase trabajadora, al poder, choca contra el intento de los sindicalistas, de mantener lo conquistado sin arriesgarse con “aventuras revolucionarias”. Temen a “enemigos formidables” y no confían en la voluntad de lucha del pueblo. Este camino terminó en la capitulación al gobierno de Yrigoyen, levantando la huelga y sumándose al ataque contra los “anarquistas revolucionarios” o contra la izquierda revolucionaria. O se arrodillaban al gobierno represor de la revolución o sufrirían la represión del Estado y sus bandas fascistas (6).
Por último, parafraseando a León Trotsky, la crisis de la humanidad es “la crisis de su dirección revolucionaria”. En momentos de estabilidad, hay que organizar dicho partido en los principales centros de producción y servicios, y cuando lleguen momentos de revolución, poder disputar la dirección, con posibilidades de éxito, a alternativas socialistas reformistas, burocracias de izquierda y nacionalistas de todo tipo.
Notas
1. Frase extraída de Julio Godio, La semana trágica de enero de 1919, p. 131. Simon Radowitsky: militante anarquista que ajustició a Ramón Falcón, el comandante asesino de la semana roja.
2. Hernán Aragón, Historia crítica del sindicalismo: De los orígenes hasta el Partido Laborista, Bs. As., Ediciones IPS, 2009, p. 40.
3. La principal diferencia entre la FORA V Congreso (Anarquista) y la FORA lX Congreso (sindicalista) es que la anarquista, pone como objetivo estratégico el comunismo anárquico y la sindicalista excluye por principio toda adhesión a toda doctrina filosófica o política. Julio Godio, La semana trágica…, p. 20.
4. Julio Godio, La semana trágica…, p. 26.
5. “Por otra parte, a fin de conservar su respaldo popular, el radicalismo hubo forzosamente de realizar o proyectar cierta política populista, vagamente obrerista: salario mínimo, rebaja de alquileres, reglamentación del trabajo a domicilio, conciliación y arbitraje en caso de huelgas, con cierta tendencia a favorecer a la parte obrera. Todo esto no afectaba mucho las ganancias del capital, entonces más elevadas que nunca a consecuencia de la guerra. Pero provocaba la airada protesta de la burguesía, cuyo único instrumento de política social hasta entonces habían sido el sable de la policía montada y la ‘abnegación patriótica’. Yrigoyen, en cambio, llama a delegaciones y comisiones de huelguistas para que conferencien con él, y hasta les presta el automóvil presidencial para ciertas gestiones urgentes. Por primera vez entran a la Casa de Gobierno obreros en representación de los huelguistas. Por boca de uno de sus principales diarios, la burguesía expresa sus sentimientos afirmando que "los obreros son hoy los privilegiados". (...) Pero el obrerismo de Yrigoyen ponía en evidencia su verdadera naturaleza apenas se esbozaba un movimiento independiente de la clase obrera. Entonces el radicalismo masacraba al proletariado 11 con tanta puntualidad y eficiencia como el más reaccionario de los gobiernos oligárquicos. Desde 1915 el proletariado luchaba con redoblado vigor contra la tremenda explotación capitalista que sufría. En 1915 hubo 12.000 huelguistas, y 24.000 al año siguiente. En 1917 paran 136.000 obreros, y el ascenso proletario culmina en 1919, con más de 300.000 trabajadores en huelga /Estadísticas de Huelga, 20) (M. Peña, De masas, caudillos y elites, Ediciones El Lorraine, p. 10-11).
6. Nace la “Liga patriótica”, organizada por la fuerza naval y nutrida de los hijos de las clases pudientes. No sólo atacaban a obreros, sino que iniciaron una persecución contra la población judía en general, responsabilizando a esta etnia, de las influencias bolcheviques en las masas.

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